El autocontrol es una habilidad que se va educando y aprendiendo, como todas las emociones, a lo largo de nuestra vida. No cabe duda de que cuanto antes empecemos a trabajarlo en la infancia antes madurarán los comportamientos controlados y por tanto les aportará felicidad, bienestar y madurez a sus vidas.
Los niños y niñas normalmente se guían por sus impulsos. La infancia es el momento de enseñarles a pensar y a aprender a gestionar estos impulsos, para dar la mejor respuesta a las situaciones que en la vida cotidiana se presenten, ya que, gestionando las emociones, sentimientos y comportamientos, podremos expresarnos de manera adecuada. El ser humano tiene la capacidad de utilizar la inteligencia y no dejarse llevar por los instintos primarios.
Para conseguir un autocontrol emocional, necesitamos conocernos a nosotros mismos, identificar nuestras emociones y después actuar. Hay ocasiones en las que estamos tristes, enfadados, o con un estado de nervios, es humano. Todas las emociones tanto positivas como negativas nos enseñan lo que nos importa, los valores en que creemos, como ejemplo: cuando nos enfadamos por algo injusto. Antes de responder hay que pararse, respirar con tranquilidad, pensar antes de actuar para no herir a nadie ni sufrir innecesariamente.
En el caso de los niños y niñas, éstos suelen tener falta de control cuando: se enfadan, no consiguen lo que desean, no son el centro de atención, no se sienten atendidos, etc. y lo expresan gritando, pegando, diciendo palabras mal sonantes, etc., ya que no son capaces de medir las consecuencias de sus actos y actúan sin pensar demasiado, puesto que su cerebro aún no ha madurado lo suficiente. Hasta los siete años, más o menos, no serán capaces de regular conscientemente sus emociones; sin embargo, cumplir siete años no es garantía de autocontrol. De hecho, aunque los mecanismos cerebrales ya estén listos, si la familia no fomenta esta capacidad (pues ésta es su principal referencia), los niños/as no contarán con las herramientas cognitivas necesarias para regular adecuadamente sus conductas. Y es que parte de todo este aprendizaje es educacional, proviene de lo que ven y les inculcan en casa, por lo tanto, entraría a formar parte de los valores y principios que tenga cada familia.
Desde la escuela también fomentamos que todos los comportamientos sean los adecuados. Promovemos los valores de Cultura de Paz y facilitamos el autocontrol. En ella, al desarrollarse y convivir el alumno/a entre iguales, ésta se convierte en un espacio idóneo para seguir aprendiendo a autocontrolar estos impulsos.
Por ello es fundamental que Familia y Escuela caminen juntos y unidos en la educación y crecimiento del alumnado.
Actividades para estimular el autocontrol:
1) Tiempo fuera: es muy efectivo para calmar los impulsos fuera del entorno donde se ha originado el problema. Se trata de crear un espacio, en casa en este caso, al que el/la niño/a acuda cada vez que haya un desencuentro donde se desencadene su ira, y el niño/a lo relacione con la calma, la relajación y vea las cosas de otra manera. Hay que subrayar que esta medida no es un castigo, es una estrategia de relajación y debe durar poco tiempo, unos pocos minutos a lo sumo.
2) Soplar burbujas: esta medida produce los mismos efectos que el control de la respiración en los adultos, pero es más divertida para los peques. Debemos tener en casa en juguete en cuestión, y en caso de que el niño/a pierda el control en cualquiera de sus manifestaciones, acudirá a este juego, en el que mientras sopla, su respiración se hace más lenta y la frecuencia cardiaca se normaliza.
3) Práctica de ejercicio físico: En este caso un ejercicio físico divertido y lúdico por razones obvias, pero que forme parte de su rutina. De esta manera el/la niño/a aprenderá a controlar su cuerpo y la mente, a relajarse y a esforzarse, aparte de los múltiples beneficios a nivel social y físicos que le reportan.
Los/as niños/as que practican habitualmente ejercicio físico suelen tener más control de sus emociones, teniendo en cuenta que en su práctica se habituarán a respetar normas, a ganar, perder, compartir, cooperar, resistir, esforzarse, etc., medidas que se extrapolarán a su vida cotidiana.
4)Ofrecer abrazos de contención: Abrazar a nuestros chicos/as cuando se sienten frustrados, enfadados o han perdido de alguna manera el control, ya que al abrazar estimulamos la liberación de oxitocina, hormona que inhibe las tensiones y que propicia una sensación de bienestar. De esta manera se sentirán más relajados, tranquilos y queridos/as.
5) Convertirnos en su patrón de autocontrol: Normalizar ciertas reacciones cuando estamos enojados o perdemos el control, hará que imiten e interioricen esas reacciones. Si reaccionamos con ira, ellos/as lo harán; si lo hacemos con violencia verbal, ellos/as lo harán; si reaccionamos con tranquilidad, controlando la situación, sea lo que sea, ellos/ellas aprenderán a hacerlo.
6) Rueda de opciones para el control de la ira: Se trata de realizar, junto a nuestro/a hijo/a, una tarta dividida en porciones, en la que cada una será una medida en caso de perder el control (contar hasta diez, saltar, inspirar/retener/expirar...), lo importante es que esta rueda se construya conjuntamente, dialogando formas de canalizar la ira de forma diferente a, por ejemplo, el pataleo o la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Llegado el momento del enfado, se le invitará al niño/a a ir junto a la rueda y escoger la manera de relajarse.
Es importante destacar que todas estas medidas no son un castigo sino un refuerzo, y debemos transmitírselo al niño/a, e insistir en la idea de que están aprendiendo y es normal todo lo que les sucede cuando pierden el control.
Cuentos con actividades en Google:
• "A gritos con los mosquitos"
• "Un enfado incontrolable"
• "El torito chispa brava"
Cuentos en YouTube:
• El león afónico
• La tortuga
• La rabieta de Julieta
