LA FRUSTRACIÓN EN LA INFANCIA
Imagino que os resultan familiares o parecidas estas circunstancias:
Mi hijo/a se enfada porque no hago las cosas como él/ella quiere, o porque le sale mal si las hace él/ella; o cuando no consigue terminar un puzzle; o pierde en un juego; o no termina algo en su tiempo; o no le compramos lo que quiere;…en fin, que no suceden las cosas tal y como él o ella desea. Son situaciones de pequeña o gran frustración que todos/as en alguna ocasión hemos experimentado.
La frustración es una emoción inherente al ser humano (independientemente de su edad), por tanto, ni buena ni mala, sólo depende de cómo la gestionemos. Un sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos o necesidades. En ocasiones, podemos observar, en el caso de los niños/as, que ante una situación de frustración, estos/as suelen reaccionar con llanto, enfado, incluso con ira o ansiedad, o lo que es peor, con reacciones físicas. En todos estos casos, dado que ellos/as no tienen aún las herramientas necesarias para afrontar esta situación nueva para ellos/as, es necesario que se las enseñemos desde casa y desde la escuela. Y es que, efectivamente, se aprende a gestionar la frustración, a aceptar nuestros propios problemas y límites con los que nos enfrentamos día a día, ya que el origen de la frustración no está en las situaciones externas en sí mismas, sino en la forma en la que se afronta.
Imaginemos una situación en la que el niño o niña se equivoca ante una tarea o pierde en un juego, la frustración depende de la intensidad de dicha emoción, si se trata de niños/as con baja tolerancia a la frustración, normalmente serán niños/as:
· exigentes consigo mismos/as y con los demás,
· impulsivos e impacientes,
· ansiosos,
· poco flexibles, etc.
Y reaccionarán ante esa tarea o juego:
o evitando realizar la tarea o participar en el juego,
o no sabiendo esperar y demandando constantemente la atención del adulto,
o gritando,
o rabietas,
o y en los casos más graves pueden reaccionar incluso con agresión, a ellos/as mismos o a los adultos a su cuidado, o con dolores físicos, fatiga, o cansancio.
Como he dicho anteriormente, la tolerancia a la frustración se aprende, como casi todo en esta vida…afortunadamente. Así que, ¿qué debemos hacer? Os puede ser de gran utilidad y siempre dependiendo de la situación a la que nos enfrentemos, esta serie de pautas:
- Las normas y límites deben estar claramente definidos y deben ser firmes, y siempre transmitirlos con tranquilidad.
- No debemos caer en las demandas de los niños/as ante una rabieta.
- El “no” es sano y necesario.
- Ayudar a los niños/as a diferenciar entre un deseo y una necesidad.
- Enseñarle a tolerar la demora y la espera, es decir, cuando nosotros/as, los adultos, podamos y consideremos oportuno, o la situación lo requiera, no cuando el niño/a quiera.
- Dejar que se equivoquen, provocando la ocasión de que así aprendan.
- Educar con el ejemplo.
- En ocasiones, ignorar la conducta, cuando ésta no es apropiada, enseñándoles de este modo, que con esa actitud no se consiguen sus demandas.
- Las cosas se dicen una vez, o dos; si se repiten constantemente, pierden su valor.
A continuación os dejo unos cuentos que tratan de una manera muy divertida y gráfica la frustración en la infancia, para que los leáis o contéis a vuestros hijos/as:
-“El monstruo de colores”
Editorial Flamboymant, de Annallenas.
-“Cuando Sofía se enoja, se enoja de veras…”
Editorial Scholastic, de Molly Band.
-“Fernando furioso”
Editorial Ekaré, de Hiawyn Owam.
Asimismo os dejo el enlace de un par de videocuentos que os pueden ayudar en esta ocasión:
“Oscar se siente frustrado”
https://www.youtube.com/watch?v=YB8G9WH8XSA
“El punto que separa una acción motivadora de la frustración”
https://www.youtube.com/watch?v=PHq3mxxyOm4
Para finalizar vamos a ver un caso práctico de frustración. Imaginemos que nuestro hijo está jugando con nosotros, pero…pierde. Él/ella se frustra y reacciona con enfado, con ira, con pataletas,… en definitiva de forma inapropiada.
Lo primero que debemos saber es que el/la niño/a no se frustra a sabiendas, no lo hace queriendo, simplemente no ha aprendido a gestionar la frustración, y además tiene un fuerte temperamento, por lo tanto, no lo tomemos como algo personal y enseñémoslo/a a enfrentarse a ella de forma adecuada:
- Nunca, nunca digamos “no te enfades” o “no te frustres” o imperativos de ese tipo. Cuando nos frustramos no podemos evitarlo y nos frustraremos más si nos imponen que no lo hagamos. Frases como “entiendo que te enfades” es más empático y ayuda a manejar la situación.
- No mostremos enojo o enfado con su forma de actuar, de esa manera conseguiría su objetivo: él/ella pierde y tú sufres, es como una especie de revancha muy natural en niños/as.
- No le dejemos ganar para que no se frustre, de esa manera ha conseguido su objetivo y tomará la frustración como arma cada vez que pierda.
- Enseñar con el ejemplo, es decir, enseñarle humildad si ganamos, o quitarle importancia al hecho de perder, con frases como “la próxima vez será” o “no pasa nada”.
Estas pautas no son matemática pura, esto es, no son fórmulas automáticas e inmediatas, pero sí que a largo plazo veremos los resultados, y como poco a poco, el niño/a aprenderá que con esa actitud no se consiguen sus objetivos, en este caso ganar en el juego, porque no olvidemos, que el problema no es frustrarse, es la forma en que lo hacen.
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